¿Por qué las mujeres se benefician más de los Omega-3 en cada etapa de sus vidas?
De la investigación científica llega un mensaje fuerte y claro: las mujeres necesitan los Omega 3 incluso más que los hombres y por ello saben usarlos mejor. Algunos beneficios, como los relacionados con el desarrollo del feto, son particularmente conocidos, pero no son los únicos, de hecho. Quienes se benefician de una ingesta adecuada de EPA y DHA, los Omega 3 de origen marino, son las mujeres en todas las franjas de edad.
Cuando se trata de recomendar las mejores fuentes alimentarias de Omega 3, el pensamiento corre inevitablemente al pescado: variedades grasas, como sardinas y anchoas, son ricas en EPA (ácido eicosapentaenoico) y DHA (ácido docosahexaenoico), es decir, los Omega 3 que el organismo humano utiliza directamente para satisfacer necesidades como la producción de moléculas que modulan los procesos inflamatorios.
Aunque no se trata de nutrientes esenciales en sentido estricto (el ser humano posee las enzimas necesarias para sintetizarlos), de hecho EPA y DHA se consideran como tales. Estudios realizados en hombres adultos han estimado una escasa capacidad para producirlos a partir de su precursor (el ácido alfa-linolénico, o ALA, obtenible de las nueces y las semillas de lino). En el caso del EPA, la tasa de conversión del ALA se detiene en el 8%, y la situación es aún peor para el DHA, para el cual se ha estimado una tasa de conversión del ALA variable entre el 0 y el 4%. Pero cuando la atención se concentró en las mujeres, las cosas parecieron ligeramente diferentes.
Las mujeres producen más EPA y DHA que los hombres
Era 2002, y quien desplazó la atención al universo femenino fue un estudio publicado en el British Journal of Nutrition por Graham Burdge y Stephen Wootton, de la Universidad de Southampton (Reino Unido). Las premisas de los dos investigadores eran extremadamente pragmáticas: el feto, que necesita EPA y DHA preformados para desarrollarse correctamente, depende totalmente de los Omega 3 que recibe a través de la sangre materna, y esta situación representa una carga no indiferente para la madre, que ya debe satisfacer sus propias necesidades. «Por ello», explicaban Burdge y Wootton, «es necesario entender si las mujeres jóvenes, en estado no gestante, son diferentes de los hombres en términos de gestión de los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga [de la serie] Omega 3, en particular en la capacidad de sintetizar EPA y DHA a partir del ALA de origen alimentario».
Administrando ALA marcado a 6 mujeres de entre 24 y 32 años y monitoreando los ácidos grasos marcados en la sangre de las participantes durante los 21 días siguientes a la ingesta, los dos investigadores estimaron una tasa de conversión en EPA del 21%, claramente superior a la reportada en estudios realizados en hombres. También la capacidad de obtener DHA a partir del ALA resultó mayor en las mujeres, con estimaciones que sitúan una tasa de conversión del 9%. «La comparación con estudios previos», concluyen los autores, «sugiere que las mujeres poseen una mayor capacidad para convertir el ALA que los hombres».
La conclusión a la que llegaron Burdge y Wootton encuentra confirmación en otros estudios. Quien intentó resumirlos fue un grupo de investigadores liderado por Caroline Childs de la facultad de Medicina de la Universidad de Southampton, que consideraron los datos obtenidos en estudios aleatorizados, controlados con placebo; de su análisis, publicado en Nutrition Journal en 2014, emergió que, en las mujeres, el aumento de la ingesta de ALA lleva efectivamente a un mayor incremento de los niveles de EPA en los fosfolípidos de membrana en comparación con lo observable en los hombres.
Los beneficios de los Omega 3 en embarazo y lactancia
En las premisas de su estudio, Burdge y Wootton concentraron la atención en las necesidades del feto. Según su razonamiento, la mayor capacidad femenina de producir EPA y DHA dependería de la posibilidad de que se instaure un embarazo durante el cual la mujer deberá hacerse cargo de estas necesidades.
La información recogida en la literatura científica avala este razonamiento. Precisamente en base a la evidencia científica de la utilidad de los Omega 3 para el desarrollo del feto, primero, y del lactante, luego, la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (Efsa) autoriza el uso de declaraciones de salud según las cuales el DHA ingerido por la madre «contribuye al desarrollo normal del cerebro y la vista del feto y del bebé alimentado con leche materna».
Sin embargo, hoy disponemos de datos que sugieren la utilidad de estos ácidos grasos poliinsaturados durante el embarazo y la lactancia no solo para satisfacer las necesidades del feto y del lactante. Como se observó ya en 2007 en las páginas de Biomedicine & Pharmacotherapy por Jean-Marie Bourre, experto del Institut National de la Santé et de la Recherche Médicale (Inserm) francés, «la presencia de grandes cantidades de EPA y DHA en la dieta prolonga ligeramente la gestación y mejora su calidad». Los mecanismos detrás de estos beneficios incluyen probablemente la acción típicamente antiinflamatoria de estos ácidos grasos y su capacidad para mejorar el flujo sanguíneo en la placenta.
No solo eso, algunas investigaciones sugieren un papel para los Omega 3 en la prevención de la preeclampsia, así como su importancia en casos de diabetes gestacional, asociada a la reducción del paso de estos ácidos grasos a través de la placenta y de los niveles de DHA en la sangre del cordón umbilical. Finalmente, en la publicación ya citada, Bourre subraya que «probablemente los ácidos grasos Omega 3 (…) reducen el riesgo de depresión posparto», una condición asociada a una ingesta inadecuada de estos ácidos grasos, a una rápida reducción de sus reservas durante el embarazo y la lactancia, a un consumo limitado de pescado, a niveles reducidos de DHA en la leche materna y en los glóbulos rojos y a la inflamación.
Los beneficios de los Omega 3 en la vida fértil y en la peri- y postmenopausia
Más allá de todo lo relacionado con la maternidad, una ingesta adecuada de Omega 3 puede favorecer un estado de salud óptimo también en otras etapas de la vida de la mujer.
En cuanto a la llamada «vida fértil», varios estudios sugieren la utilidad de los Omega 3 en la gestión de condiciones como la dismenorrea, el síndrome premenstrual, el síndrome de ovario poliquístico y la infertilidad. Según los casos, los beneficios derivados de la ingesta de estos ácidos grasos dependerían de sus propiedades antiinflamatorias, de la capacidad para modular la resistencia a la insulina y mejorar el perfil lipídico y hormonal, y de la mejora de la perfusión uterina y de la calidad del ovocito.
Durante y después de la transición menopáusica, en cambio, una ingesta adecuada de Omega 3 podría ayudar a manejar tanto el aumento del riesgo cardiovascular típicamente asociado a los cambios hormonales relacionados, como otros problemas de salud asociados. En particular, a lo largo de los años se han recogido indicios de la posible utilidad de los Omega 3 contra los síntomas vasomotores, la depresión y la osteoporosis. No solo eso, la literatura científica también sostiene un papel más general de estos ácidos grasos contra problemáticas típicas de la tercera edad, como el declive de las capacidades cognitivas, la artrosis y el desarrollo de formas tumorales (sobre todo de mama y colon).
En el caso particular del cáncer de mama, en una revisión publicada en 2023 en Food Science & Nutrition, Shirin Osouli-Tabrizi et al. subrayaron la «significativa reducción del estrés percibido, trastornos del sueño, depresión, dolor, rigidez articular y fatiga» en pacientes (no necesariamente menopáusicas) que consumen Omega 3. Según los investigadores, «los ácidos grasos Omega 3 pueden inducir mejoras [a nivel] físico, mental y en algunos parámetros inflamatorios y metabólicos durante el tratamiento o en el curso postratamiento de pacientes con cáncer de mama».
Los mecanismos
La mayor conversión de ALA en DHA en mujeres que toman anticonceptivos orales sugiere que lo que interviene en la mayor capacidad femenina para usar el precursor de los Omega 3 biológicamente activos es la capacidad de los estrógenos para aumentar la actividad de las desaturasas y elongasas involucradas en dicha conversión. Esta hipótesis también está apoyada por datos derivados de estudios realizados hace tiempo tanto en mujeres como en modelos animales (ratas) y por una investigación más reciente, publicada en el British Journal of Nutrition por un grupo de investigadores coreanos liderado por Donghee Kim.
En una serie de experimentos realizados en ratas, Kim y colegas demostraron que la inyección de estrógenos está asociada con el aumento de la transcripción de los genes que codifican las elongasas y desaturasas. Actuando en sinergia con una dieta baja en ácido linoleico (el precursor de los Omega 6, que compiten con los Omega 3 por las enzimas elongasas y desaturasas), en este modelo animal los estrógenos aumentan los niveles hepáticos de DHA.
La capacidad de los estrógenos para regular la conversión del ALA podría contribuir también al aumento fisiológico de los niveles de DHA en la sangre materna durante el embarazo.
¿Cuántos Omega 3 para las mujeres?
Según las recomendaciones actuales de la Sociedad Italiana de Nutrición Humana (Sinu), todas las mujeres deberían consumir diariamente 250 mg totales entre EPA y DHA; a esta necesidad se deben añadir 100-200 mg diarios de DHA durante el embarazo y la lactancia. A estas indicaciones se suman las de la Efsa, que subraya la necesidad de aumentar al menos 200 mg la ingesta diaria de DHA para promover el desarrollo normal del cerebro y la vista del feto y del bebé alimentado con leche materna. Pero en el caso de las otras posibles aplicaciones de los Omega 3 en la promoción de la salud femenina, las indicaciones sobre las dosis no son siempre igualmente claras.
En diversas circunstancias podría ser necesario consumir dosis en el orden de gramos. Por el momento, las únicas otras especificaciones disponibles se refieren a los beneficios de EPA y DHA en el ámbito cardiovascular y en la promoción del buen funcionamiento del cerebro y la vista. En particular, según la Efsa son necesarios:
- 250 mg al día de EPA + DHA para promover la función normal cardíaca, cerebral y visual;
- 2 g al día de EPA + DHA para el control de triglicéridos;
- 3 g al día de EPA + DHA para el control de la presión sanguínea.
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