Durante el embarazo, la relación entre la ingesta de Omega-6 y Omega-3 influye en el neurodesarrollo del feto.
Embarazo: la relación entre Omega 3 y Omega 6 es esencial para el desarrollo saludable del cerebro del niño
Una alimentación rica en Omega-6 y pobre en Omega-3 durante la gestación está asociada a anomalías en el desarrollo cerebral del feto. Una ingesta inadecuada de ácidos grasos poliinsaturados por parte de la madre, por tanto, aumenta el riesgo para el recién nacido de desarrollar deficiencias cognitivas y conductuales.
Esto es lo que emerge del EDEN Mother-Child Study, un estudio francés realizado por investigadores del INSERM (Institute National de la Santé) en colaboración con las Universidades de Nancy y Poitiers (Francia). Durante la investigación, los científicos exploraron la relación entre la ingesta de ácidos grasos poliinsaturados por parte de la madre y el neurodesarrollo en los hijos, teniendo también en cuenta el papel de la lactancia.
Diversos estudios confirman el vínculo entre Omega-3 y capacidades cognitivas
Los Omega-3, de los que es rico el aceite de pescado, y en particular el DHA (ácido docosahexaenoico) son esenciales para garantizar la correcta estructura, función y comunicación celular en el cerebro, pero también en la retina. El DHA de hecho es uno de los componentes fundamentales de las membranas de las neuronas.
Durante el embarazo, los ácidos grasos pasan de la madre al feto. Por ello ha surgido un interés creciente sobre los efectos negativos de una alimentación materna rica en Omega-6 y pobre en Omega-3, es decir, el patrón típico de muchas dietas occidentales. Según un estudio publicado en Lancet en 2007, los niños cuyas madres, durante el embarazo, habían seguido una alimentación pobre en pescado, tenían un riesgo más alto, en comparación con los hijos de mujeres que habían consumido mucho, de tener un desarrollo limitado en la inteligencia verbal, en el potencial prosocial, en las actividades motoras y en la comunicación. Una investigación española mostró cómo el consumo materno de 2/3 porciones de pescado a la semana estaba asociado a una alta puntuación de la prole de 4 años en la escala de McCarthy, una prueba para evaluar las habilidades infantiles. Además, un estudio inglés reportó pruebas de la asociación entre la baja concentración en sangre de Omega-3 y la reducida capacidad de lectura y memoria en niños entre 7 y 9 años.
Destacando además cómo en estos casos la suplementación con DHA mejoraba tales condiciones. En el mismo estudio también se evidenció cómo, en cambio, la alta concentración de Omega-6 estaba asociada a una buena capacidad de lectura, una relación que sin embargo perdía significado estadístico cuando en el análisis se tomaban en cuenta también el sexo y las condiciones socioeconómicas de los niños. Todos estos estudios, directa o indirectamente, respaldan la hipótesis de los beneficios de los Omega-3 en el desarrollo cognitivo. En cambio, sigue siendo incierto el papel de los Omega-6.
La relación entre Omega-6 y Omega-3 influye en las capacidades cognitivas
Durante el estudio, 2002 mujeres embarazadas, entre la semana 24 y la 28 de gestación, fueron reclutadas en clínicas prenatales de las zonas de Poitiers y Nancy. Las voluntarias seleccionadas, todas con embarazo único, no padecían diabetes, habían planeado permanecer en las zonas de interés y eran capaces de leer y escribir correctamente en francés.
Al inicio del estudio, cada mujer informó en un cuestionario específico qué alimentos había consumido en el último trimestre de embarazo. Así fue posible calcular la ingesta de lípidos totales y los porcentajes de Omega-3 (incluido el ácido alfa linolénico) y Omega-6 (incluidos el ácido linoleico y el ácido araquidónico) consumidos. Del análisis de los cuestionarios surgió que el 63% de las madres había consumido menos de dos porciones de pescado por semana y que solo el 54% del DHA ingerido provenía de este alimento. El consumo de Omega-3 y DHA resultaba significativamente más elevado en las mujeres que habían amamantado, y en estas, la relación entre Omega-6 y Omega-3 era más baja respecto a las madres que no habían amamantado.
En cambio, no eran evidentes diferencias en la ingesta de Omega-6. De las 2002 participantes, se obtuvieron datos de alimentación de 1585 mujeres. El estudio luego siguió a los hijos de las madres en examen después de 2 y 3 años, con el fin de evaluar sus capacidades cognitivas. Esta fase del estudio incluyó el uso del cuestionario McArthur Communicative Development Inventory para la evaluación de la comunicación y el lenguaje, el Ages and Stages para determinar un retraso en el desarrollo, el Peg Moving Task para evaluar las habilidades manuales, el Design Copying test para detectar posibles disfunciones sensoriales integradas y una prueba para estimar la fluidez verbal. Tanto en los niños amamantados como en los no amamantados, los resultados mostraron la ausencia de correlación entre la ingesta de ácidos grasos por parte de las madres y los resultados del Design Copying test.
La elevada relación entre Omega-6 y Omega-3 estaba en cambio positivamente asociada al rendimiento del Peg Moving Task y negativamente al Ages and Stages Questionnaire y a la prueba de fluidez verbal. En los niños alimentados con leche materna no eran evidentes asociaciones entre la ingesta de ácidos grasos totales de la madre y el neurodesarrollo, así como la ingesta de Omega-3 no resultaba relacionada con los resultados de ninguna prueba cognitiva. En los niños que no fueron amamantados, el consumo materno de ácidos grasos poliinsaturados totales, de Omega-6 y de ácido linoleico estaba negativamente asociado con los resultados de los tests Communicative Development Inventory y Ages and Stages. También la relación entre Omega-6 y Omega-3 resultaba inversamente proporcional a las puntuaciones de estas pruebas y mostraba además una interacción significativa con la fluidez verbal. Era evidente además, una fuerte asociación entre la lactancia y la relación entre Omega-6 y Omega-3 en la puntuación del Communicative Development Inventory, así como también en la prueba de evaluación de la fluidez verbal
La lactancia puede compensar la carencia de Omega-3
Gracias a estos resultados, los investigadores han planteado la hipótesis de que la relación entre los Omega-6 y los Omega-3 maternos puede influir en el desarrollo durante la vida fetal. En cualquier caso, los niños amamantados podrían escapar de la asociación negativa con los Omega-6 y con la baja concentración de Omega-3, ya que pueden absorber estos últimos a través de la leche materna. Los científicos subrayaron que los sujetos analizados en la investigación mostraban un estatus socioeconómico más elevado respecto a los estándares franceses y que los cuestionarios sobre hábitos alimentarios no permitían evaluar con precisión la ingesta de ácidos grasos, en particular de Omega-3. El consumo de DHA, por ejemplo, resultaba ser de 170 y 148 mg al día para las madres que habían amamantado y que no lo habían hecho, respectivamente. Ambos valores bastante bajos. A pesar de las limitaciones del estudio, los datos obtenidos promueven la lactancia y apuntan hacia una limitación del consumo de Omega-6 durante el embarazo.
Fuentes: Bernard JY, De Agostini M, Forhan A, de Lauzon-Guillain B, Charles MA, Heude B; the EDEN Mother-Child Cohort Study Group. “Dietary n6:n3 fatty acid ratio during pregnancy is inversely associated with child neurodevelopment in the EDEN mother-child cohort”. J Nutr 2013;143:1481-1488. Hibbeln JR, Davis JM, Steer C, Emmett P, Rogers I, Williams C, Golding J. “Maternal seafood consumption in pregnancy and neurodevelopmental outcomes in childhood (ALSPAC study): an observational cohort study”. Lancet. 2007 Feb 17;369(9561):578-85. Paul Montgomery,* Jennifer R. Burton, Richard P. Sewell, Thees F. Spreckelsen, and Alexandra J. Richardson “Low Blood Long Chain Omega-3 Fatty Acids in UK Children Are Associated with Poor Cognitive Performance and Behavior: A Cross-Sectional Analysis from the DOLAB Study” PLoS One. 2013; 8(6): e66697.



