Sistema cardiovascular

El índice Omega-3: ¿un nuevo factor de riesgo para un corazón sano?

Bajos niveles de omega-3: problema futuro para corazones sanos en el presente

La evidencia científica demuestra que el nivel de ácidos grasos omega-3 en sangre puede ser un nuevo factor de riesgo y propone una nueva herramienta diagnóstica - el Índice Omega-3 - que puede ser usada fácilmente por cualquiera. Esta nueva herramienta diagnóstica, consistente en una cuantificación del perfil de ácidos grasos en un individuo, podría ayudar a médicos y pacientes en riesgo de cardiopatías a alcanzar esos niveles adecuados de ácidos grasos omega-3 que, como muestran las últimas investigaciones científicas, aseguran una reducción medible del riesgo de infarto y mortalidad súbita. “Para abordar el problema del llamado “colesterol malo” (LDL) en el futuro las asociaciones de cardiólogos podrían con razón recomendar el consumo de EPA y DHA como intervención terapéutica crucial para apoyar la salud del corazón” escriben Clemens von Schacky de la Ludwig-Maximilians-Universitat en Múnich y el prof. William Harris de la University of South Dakota. Numerosas investigaciones a lo largo del tiempo han asociado el consumo de ácidos grasos omega-3 con toda una serie de efectos beneficiosos: para la salud del corazón, el desarrollo óptimo del feto en el embarazo, la salud de las articulaciones, la mejora del ánimo y comportamiento, la prevención de ciertos tipos de cáncer. 

La nueva revisión de estudios publicada online en Cardiovascular Research examinó un conjunto de estudios epidemiológicos y cuatro estudios de intervención a gran escala concluyendo que la evidencia científica apoya los beneficios derivados del consumo de omega-3 para la salud del corazón. Se cree que el mecanismo detrás de tales efectos beneficiosos es la incorporación de EPA y DHA a nivel de las membranas de las células cardiacas, explican los investigadores Von Schacky y Harris. Estos ácidos grasos reemplazan a los presentes alterando de forma positiva las propiedades de las propias células. Los cambios en cuestión afectan a la dilatación de los vasos sanguíneos favoreciendo una mejora del flujo sanguíneo. A esto le sigue una reducción de los eventos inflamatorios y una bajada de la tasa de triglicéridos en sangre. 

Dado que los omega-3 forman parte de la composición de las membranas celulares, podría ser fundamental medir el contenido de omega-3 a nivel de las células cardiacas como marcador primario del riesgo cardiovascular, sostienen Von Schacky y Harris. “La posibilidad de que los omega-3 puedan servir como biomarcadores y tener así una utilidad de pronóstico clínico debería ser considerada seriamente”. Precisamente siguiendo dichas observaciones Von Schacky y Harris proponen “el índice omega-3”, definido como el porcentaje de EPA y DHA respecto a otras categorías de grasas presentes en la membrana de los glóbulos rojos como nueva herramienta de diagnóstico en la prevención primaria. 

Según los datos presentes en la literatura científica, los investigadores calcularon que un índice omega-3 del 8% o superior se relaciona con una reducción del 90% del riesgo de muerte cardiaca súbita respecto a un valor del 4% o inferior. “Una dosis estándar de un gramo de omega-3 al día, EPA (ácido eicosapentaenoico) y DHA (ácido docosahexaenoico), recomendada por las asociaciones de cardiólogos probablemente está lejos de la ingesta ideal de omega-3 para cada uno de nosotros, ya que no sólo la dosis estándar sino también el tipo de alimentación, nuestro trasfondo genético, el índice de masa corporal y la asociación de muchos otros factores están en la base del perfil de ácidos grasos omega-3 de una persona determinada” escriben los estudiosos. 

El riesgo de encontrar sustancias contaminantes en los pescados grasos, como mercurio, dioxinas y policlorobencenos (PCBs) ha llevado a algunos a reducir el consumo de pescado fresco a pesar de las opiniones contrarias sobre el hecho de que los beneficios superan con creces los riesgos. Al mismo tiempo, los consumidores buscan cada vez más omega-3 de fuentes más seguras. Von Schacky y Harris recomiendan que los agentes contaminantes sean categóricamente evitados. 



Fuente:    

Wolk A, Larsson SC, Johansson JE, Ekman P. Long-term fatty fish consumption and renal cell carcinoma incidence in women. JAMA. 2006 Sep 20;296(11):1371-6.